El Ejército de la Salvación
el motor de nuestros días juntos
quedó debajo de la heladera vencida
en el galpón del vecino.
el otro día el buen hombre tocó el timbre
de la casa en la que quisimos
descifrar el Gran Misterio,
y dijo que ya estaba bien:
que debíamos sacarlo de ahí,
que él ya no sabe como decirle a su mujer
que ese aparato gris, enorme y pesado
de sonidos extraños, no le pertenece.
pensé en llamarte y decirte que sería justo
desarmarlo de una vez,
¿alguno se acordará cómo?
yo tengo un recuerdo vago: pico de loro, allen del diez,
un poco de coca cola para las piezas oxidadas.
y tiempo:
mucho mas tiempo del que imaginamos
cuando dijiste que teníamos que comprarlo,
que era una oferta inceíble ese motor hermoso
a sólo seis pesos en el Ejercito de la Salvacion.
martes, 23 de febrero de 2010
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