martes, 20 de julio de 2010

El obrero y el desierto

atar la cuerda al cuello del cadaver
con nudo doble, a un árbol firme. esperar.
la ley perfecta hará el resto:
los buitres vendran por la carne tibia
y dejaran dormido sobre la arena
la silueta reseca del abandonado.
volver a los pocos días.
(que bello el sol pegando de costado
sobre los huesos)
volver a los pocos días.
desatar el nudo con paciencia.
observar solo por un momento,
las nubes cruzando el cielo.
sentarse en el piso, las piernas cruzadas,
los talones contra el tercer chakra.
agarre la piedra, tome cada uno de los huesos
y golpee con fuerza.
desármelos,lo suficiente como para que las aves
puedan levantarlos por el aire
y hacer del orden perfecto de la osamenta,
el gran poema.
retirese con la tranquilidad del que sabe
haber realizado con esfuerzo el trabajo diario.
llévese el hilo, quémelo con el encendedor
mientras maneja de regreso a casa.
mire la luz de la noche acercarse y alejarse
a traves del polvo del parabrisas.
cierre los ojos. intente dormir.
jamas, jamas, exiga una plegaria.

1 comentario:

tomás augusto dijo...

bien ahí volcán, lo has hecho de nuevo, volviste a las pistas!