jueves, 24 de julio de 2008

El cantante de dos cabezas.

cuarenta minutos después
de ese recital
fuimos testigos imparciales
de nuestra inmolación
kamikaze.
acorralados en la inmensa fe
de nuestras propias certezas.
la batería, mis palabras,
en ritmo implacable,
negra en cuatro.
pum pum pum pum.
tus brazos, de acá para allá,
el bajo. marcando juntos
la base hipnótica
del fin de nuestros días juntos.
el micrófono abierto
a nuestros gritos,
la piedad y la sensatez,
sobre el escenario electrificado.
y aunque el soldado
no cuenta la guerra, lo sabíamos
a la perfección,
en este recuerdo no hay melodías,
el cantante de dos cabezas
en grito primal
de combustión permanente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Usted lo ha dicho: un soldado no cuenta las guerras. Y oculta las heridas hasta que no puede evitar que asomen. Abrazo de gol, y sí, acá en el horno se vamo´a encontrar.

Anónimo dijo...

¿Adónde se fue el poeta?Dale, vuelva nomás, lo estamos esperando...Ramiro